El hecho de que Matías Rubino sea bandoneonista no debería llevar a confusión: lo suyo está muy alejado de la tradición tanguera. En todo caso, por su búsqueda (no por el estilo) podría estar cerca del Rodolfo Mederos de los años '70, y por su afán innovador es descendiente de Piazzolla y Rovira. La formación de su sexteto lo pone más cerca del rock que del jazz, con sus dos guitarras eléctricas, bajo y batería. Pero no es sólo una cuestión de orquestación, donde el bandoneón y el piano lo "salvan" y le dan algo de color a tango. El tema es la música que escribe (y la que no).
Ritmos de evocación afro, alguna clave cubana, la base rítmica llevando siempre el grupo adelante y una actitud rockera le dan un sabor único a la música de Rubino. Y hay otros pasajes en los que los instrumentos (incluido el bandoneón) improvisan a sus anchas sobre una base, y esto lo acerca al jazz.
El autor es un especialista en construir climas (atención a Insomnio, por ejemplo, con el entramado que tejen las guitarras y el bajo). También hay momentos de clara referencia al tango como en Viajando (6) o la declaración de principios que supone el arranque del disco (y del recital) con el bandoneón solo citando al Gardel más popular.
Este disco es el registro de un concierto en Café Vinilo, grabado magistralmente por Alejandro Tiscornia y trabajado en el estudio (edición, mezcla y mastering) por Florencio Justo. Pareciera que Rubino no concibe otra forma de grabar a su conjunto que no sea en el escenario, y no está mal. Su anterior trabajo, Otros tiempos, también fue una grabación en un show en el mismo lugar. Claro que se trata de música nueva, en ambos casos. Nueva porque no había sido grabada antes y porque no se parece mucho a nada.
Con la libertad del jazz (del más libre), la potencia del rock y un dejo melancólico, urbano y arrabalero.
Club del Disco
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