selección

El ruido y la culpa

El Violinista del Amor y Los Pibes que Miraban

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Código: 1821

Precio: $9000 /

+envío (ver tabla)

Selección

Este disco fue seleccionado en mayo de 2016 .

Temas

  1. 1. La sentencia

  2. 2. Inofensivos
  3. 3. Pasado y presente
  4. 4. El Castro de Neixon
  5. 5. Me cago en el barco que me trajo
  6. 6. Caras conocidas
  7. 7. Cáncer de alma
  8. 8. Mis margaritas
  9. 9. Lilia Brik
  10. 10. El medio del mar
  11. 11. Volví a ver
  12. 12. Chiapateca
  13. 13. Me voy a morir igual

Ficha técnica

MÚSICOS

Nicolás Esperante: voz, banjo, guitarras, trompeta, teclados, percusión y armónica
Nicolás Valdés: acordeón, mandolina y guitarra eléctrica
Eduardo Renzi: batería y percusión
Pablo Maillie: bajo

Invitados
Leandro Aspis: 
trombón en 4 y 5
Martín Garrido: bombo legüero en 11
Gabriel Sanabria: trompetas en 11
Fernando Estrup: viola en 12
Santiago Castano: banjo y voz en 13
Pablo Ferrando: violín en 13
Federico Pazos: coros en 13

 

TÉCNICA

Grabado y mezclado durante la primera mitad de 2015 en estudio 33 Japanese (Boedo, Argentina) por Nicolás Esperante
Masterizado por Steve Corrao en Sage Audio Mastering (Nashville, Tennessee, USA)

 

GRÁFICA

Arte de tapa: Federico Pazos

Sello

Scatter Records

Cuando un grupo tiene una estética tan propia que excede cualquier género, cuando existe tanta coherencia entre todas las partes que hacen a un hecho artístico, hay que prestarle atención. Es el caso de El Violinista del Amor y Los Pibes que Miraban, que son un poco actuales y un poco de 1936, un poco un cuarteto de rock y un poco una banda de pueblo, y produjeron un disco que los retrata a la perfección.

Generalmente escribimos sobre los discos que nos acercan (o rastreamos) sin importar mucho las circunstancias en las que esa música se encontró con la oficina del Club del Disco. Pero este sin duda es un caso singular, porque vale la pena decir que primero escuchamos al grupo (sin saber su nombre) en vivo, en la calle, de manera fortuita, y luego nos encontramos con el CD sobre nuestro escritorio.

Una calle cortada en Almagro, cerca de la Nochebuena pasada, una kermesse de un centro cultural del Partido Comunista, chorizos y hamburguesas despidiendo sus olores y mucha gente ocupando la calzada. Al fondo, un escenario sobre la bocacalle y una música que remitía al pasodoble. Pasábamos por ahí con algunos músicos rumbo a un show en un salón cercano y nos topamos con esa tranquila feria de pueblo en el corazón de la urbe, a metros de la Avenida Corrientes.

Nos detuvimos a ver y escuchar a esos muchachos, sin muchas esperanzas, y nos encontramos con algo notable. En primer lugar, la formación no era muy juvenil que digamos: banjo, acordeón, bajo y batería, en algún tema el acordeonista tocaba una mandolina (!!!). La música, luego de pasar por el himno socialista La Internacional (algo lógico en el contexto de esa performance) derivaba hacia canciones que hablaban de lucha social, de la Guerra Civil española, y de otros tópicos propios de la cultura de izquierda, por así decir.

Sorprendidos, preguntamos y anotamos en una libreta el nombre de la banda, que nos sonó largo, desaforado, y muy apropiado: El Violinista del Amor y Los Pibes que Miraban. Al poco tiempo, el sello nos envió (sin que lo pidiéramos ni que supieran de nuestro interés) El ruido y la culpa, cuyo subtítulo es Una opereta lastimera. Y cuando abrimos el disco nos encontramos con algo que es casi como verlos en vivo, ya desde la gráfica, con unas ilustraciones que remiten a la imaginería mexicana de La Muerte y a Oski al mismo tiempo, con un carácter algo punk y con una fuertísima dosis de cinismo.

Las canciones van pasando y el oyente no tiene respiro: letras inusuales por sus temáticas, un grupo que suena muy compacto y preciso, un cantante a quien se le entiende todo y que sin ser virtuoso se las arregla para convocar nuestra atención. Puntos muy altos son Pasado y presente, Me cago en el barco que me trajo o Me voy a morir igual, pero no hay concesiones y cada uno tendrá su favorito. 

Escuchar este disco leyendo las letras es casi imprescindible; verlo en vivo se transforma en una necesidad después de esa experiencia. Este no es su primer disco y eso se nota. Un grupo fuera de cualquier lógica de mercado, con un mundo propio, que vale la pena conocer.

Club del Disco

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PARA MÚSICOS

 

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