Los socios del Club vienen acompañando la carrera de Esteban Sehinkman paso a paso: dos de sus discos han sido Disco del Mes (Búfalo y El sapo argentino de boca ancha), como así también su proyecto colectivo del Ensamble Real Book Argentina; todos sus otros trabajos están en nuestro Catálogo. Su música encuentra cada vez más oídos a la vez que muta. Aquí se despoja de su nombre, si bien sigue al frente del grupo (trío devenido en cuarteto con al ingreso del polifacético Nicolas Sorin), el cuarteto toma vuelo propio como Pájaro de Fuego.
Sin preguntarnos cómo llamar a esta música que oímos, pues si bien son todos músicos de la escena del jazz, realmente está muy lejos de ese género. Tampoco entraría en las bateas del rock ni de la música "dance". Con algo del sonido y del espíritu de la música con sintetizadores de fines de los años ‘70, con un sonido lujoso en el tratamiento del audio, pulso bailable y la distintiva mano de Sehinkman para la melodía ganchera, el grupo ganó más energía rockera con la entrada de Sorin.
El disco anterior, llamado precisamente Pájaro de fuego, de cuando aún era un trío, ya exploraba el camino del trance, ese género que unió dos mundos que parecían distantes como el del jazz y la música disco. Y ya entonces Nico Sorin, invitado en un par de temas, ponía su voz y colaba algunos efectos. Ahora es parte del grupo y sus aportes son determinantes, así como las canciones (o se parecen mucho a canciones) tienen en su voz un motor nervioso que empuja, llama, rompe, despierta (elíjase el verbo preferido). El resultado, hipnótico por momentos e inquietante por otros, se complementa con los temas instrumentales en los que la melodía se despliega lentamente, seduciéndonos. Se puede decir que es un disco en general más abierto al gran público.
Esteban Sehinkman toca sintetizadores y Rhodes, y la base sigue firme con Matías Méndez en bajo y Daniel Pipi Piazzolla rematando desde la batería. Más allá de que en la antigüedad clásica la rueda de la fortuna simbolizaba los claroscuros que atravesamos a lo largo de nuestros días, cómo a veces estamos “arriba” y a veces “abajo”, no hay nada librado al azar del destino acá. El grupo no está nunca abajo: se nota que vienen tocando juntos hace años. Y se potencian en una fina sintonía, la frecuencia de tocar juntos con el paso del tiempo produce resultados muy notables cuando los músicos son buenos.
La gráfica, con algo de comic y mucho de sentido del humor, acompaña muy bien a este trabajo único por su estilo, poderoso, indefinible y encantador.
Producido por Esteban Sehinkman
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