10 canciones de impronta acústica, con buen gusto por la canción del río de la plata y un pulso gravitante en tranquilidad, son algunas pistas para empezar a desentrañar Infrenable paraiso. La tercer obra de Seba Ibarra que cada vez se apoya más en su banda para avanzar sobre un concepto pop, pero sin caer en lugares comunes.
Los rasgos naturalistas de sus trabajos anteriores Collage de río y Palimay (ambos seleccionados por el Club, y agotados) están aquí presentes con una idea más grupal, de cierta intención rockera por momentos, sólo por la instrumentación: bajo batería y guitarra eléctrica. A lo cual se suman guitarras acústicas, acordeón, mbiras y percusiones, timbres que abren el juego y las canciones a un universo más rico y representativo de su propio origen y sonido.
Lo que Ibarra canta y cómo lo canta, tienen esa luz de día con cierto paisajismo que resuena en toda su obra: Este disco viene ya desde el nombre con una carga poética iluminada y de doble sentido bucólico o más bien pueblerino (en el buen sentido). Las claras voces de Ibarra y Mauro Siri en coros son la guía por ese viaje a campo abierto en las canciones; aun cuando esta hecho en la ciudad. La diferencia de Infrenable paraíso con sus discos anteriores esta puesta quizás, en las ideas compositivas, aquí hay mayor aporte del grupo en todo sentido, desde el audio de banda, hasta en la autoría y la producción compartida. Así es que se nota la búsqueda del conjunto en la sonoridad y los arreglos, y el autor se toma su tiempo más íntimo sobre el final con dos canciones muy hermosas Plutamis y Hoja de luna. Y todos brillan en la interesante Semilla de Samahú.
Como en todos sus discos, la tapa es una obra del artista y diseñador Lucas Maccione.
Tenemos aquí otra gran cuota de canción con buena mezcla de ritmos sutiles, entretenida en lo más natural de la vida urbana y no pasajera.
Producido por Esteban Peón, Mauro Siri y Guido Romero Scherf
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