Seguramente no hay ningún intérprete anterior a la era fonográfica tan famoso como Nicolò Paganini. Este italiano fue lo más parecido a una estrella pop en los primeras décadas del siglo XIX, y de él se rumoreaba que tenía un pacto con el Diablo. ¡Nadie podía tocar tan bien el violín! Su aspecto algo enfermizo y su mirada torva, hábilmente exagerados por el propio artista, contribuían a forjar un halo misterioso en torno a su nombre. Sus giras despertaban una verdadera histeria entre el público, y probablemente mucha envidia de sus colegas en cada ciudad por la que pasaba. Sus composiciones eran simplemente un vehículo para explotar su destreza técnica, que debía ser de verdad muy notable, ya que pocos violinistas pueden abordarlos sin tropiezos. Por temor a espías, retiraba las partes a los músicos de las orquestas luego de cada ensayo y concierto, para que nadie pudiera copiar su música.
Pero más allá del mito, lo cierto es que su fama perduró porque dejó escritos sus 24 Caprichos y 6 Conciertos (todo para violín, por supuesto). Sus virtudes como compositor van unidas de manera indisoluble a su capacidad como violinista, y son el medium para mostrar una ejecución virtuosística: gracias a lo que dejó escrito es que podemos imaginar cómo tocaba. De formato clásico y sensiblemente influidos por el incipiente movimiento romántico, sus conciertos son herederos también de la tradición italiana en las cuerdas. No carecen de gracia y dramatismo, y son a su manera franca y directa, muy eficaces.
Dentro de la misma tradición italiana se encuentra Salvatore Accardo, aún en plena actividad y quien quizás sea uno de los mejores intérpretes de la obra de Paganini. De hecho, fue el primer violinista en grabar la integral de las obras de su antecesor más famoso. Estas grabaciones de los Conciertos no. 3 y no. 4 corresponden a su primera grabación integral, de 1975, que luego repitiera en 1999. Aquí un Accardo ya maduro (no corresponde llamar joven a un violinista de 33 años si comenzó a tocar en público obras de Paganini a los 11, ya llevaba ¡22 años en los escenarios!) ofrece una articulación precisa, un sonido brillante y recursos notables como el arpegiato que realiza en la cadenza del primer movimiento del cuarto concierto (cadenza escrita por él mismo).
Contra los detractores de Paganini como compositor, y demostrando que además de la técnica es necesario querer decir algo para que la música sea algo más que fuegos de artificio, Salvatore Accardo, con la compañía de la Filarmónica de Londres dirigida por Charles Dutoit, emociona y sorprende en versiones definitivas de estos dos conciertos.
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