Eli Monteagudo es una cantante cubana, cuya vida transcurre en la Argentina hace ya veinte años. Los socios del Club del Disco pueden conocerla porque es una de las tres voces de Totuma, grupo cuyo primer trabajo estuvo hace pocos meses en el Catálogo. Diego Mark es un pianista cuyo nombre resuena entre los aficionados al jazz. Bola de Nieve, nacido en 1911 Ignacio Jacinto Villa Fernández fue un pianista, cantante y hombre del espectáculo, bastante difícil de encasillar. Vivió pocos días más de 60 años y, considerando que se hizo popular con cierta rapidez, se puede decir que transitó durante cuatro décadas los escenarios mundiales, ya que no se retiró hasta que la muerte se lo llevó.
Lo más característico de Bola de Nieve es que era su propio pianista acompañante, y que hacía ambas cosas (cantar y tocar) de una manera extraordinaria e inimitable, además de ser un formidable animador. El público iba a verlo como se va a ver a un performer: hacía reír, hablaba, jugaba, tocaba y cantaba. Por eso, el primer acierto del dúo es no intentar remedar nada del estilo del personaje al que recuerdan, salvo revivir el repertorio. Un programa de canciones que incluía de manera habitual canciones cubanas, mexicanas, catalanas, francesas y argentinas. El recorte (siempre hay que hacer uno) para este caso fue interpretar, de ese vasto material, sólo aquellas piezas en castellano, y hay primacía de música de autores cubanos.
La canción que abre el disco y a la vez lo nombra, es del propio Bola de Nieve. También figura (track 7) Ay, amor. Los hermanos Grenet están presentes con ¡Ay, Mamá Inés! (2, de Eliseo), Drume, negrita (3, de Ernesto) y Tú no sabe inglé (de Emilio, con poesía de Nicolás Guillén). En una elección a priori difícil, el tracklist refleja quizás el costado más melancólico de Bola de Nieve, y no está mal. La voz y la pronunciación de Eli Monteagudo son perfectas, se escucha con una profundidad y vibración; el piano de Diego Mark tiene la exhuberancia caribeña que requiere pero una limpieza técnica y un toque jazzero que lo hacen preciso y emotivo a la vez.
El dúo funciona como tal a lo largo de casi todo el disco, con expepción de unos pocos tracks en los que los invitados (contrabajo y percusión) colaboran para dar un matiz diferente. Hay originalidad e inventiva, pese a lo fuerte del modelo original. La figura del astro cubano está omnipresente pero lo imaginamos escuchando con gozo este disco, no cantando con ellos. Muy bien grabado: escucharlo es sentirse al lado del dúo.
Club del Disco
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