La estridencia, las grandes dinámicas, los cortes abruptos del ritmo, no son habituales en la música de Lucio Mantel: sus canciones son como un mar de suaves olas que va erosionando lentamente nuestra conciencia, y la virtud de su creatividad está más en las sutiles diferencias que introduce en cada recodo de la melodía. Hay canciones como la que da nombre al álbum (track 1) en las que la letra gobierna, y otras como la bellísima Distante (6), en las que el original diseño armónico es la brújula que ordena todo.
La participación de invitados es un detalle no menor por el calibre de los nombres, pero ninguna inclusión es decisiva, siempre están en un discreto segundo plano. Quizás lo más interesante por lo que aporta sea el dúo con El David Aguilar, el cantautor mexicano de Sinaloa, en la folklórica Traidor del cielo (4). También aparecen Kevin Johansen en la tranquila En cada latir (5) y Aínda Dúo en Destierro (2).
Lo que sí resulta decisivo es el trabajo de los productores artísticos, que compartieron por mitades este disco. Axel Krygier está más identificado con los arreglos de vientos y el uso de timbres no convencionales y samplers. Manuel Schaller se percibe en las sutiles cuerdas que aparecen aquí y allá. La voz y la guitarra de Lucio unifican el perfil de las nueve canciones, emparejando esas manos diferentes. Es el mismo que en Nictógrafo, pero creció: se enriqueció en armónicos su canto y se oscurecieron algo sus canciones, que ahora pueden ser menos directas pero más sutiles al mismo tiempo.
Un álbum esperado que por fin se edita en su versión física, con todas las letras y los acordes, un agregado que no se consigue en las plataformas digitales...
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