El disco de Trina La Diuca comienza con Alma de lapacho, notable invención de Ramón Ayala, y cierra con Retrato de un pescador, otra página del autor misionero. Cada track tiene otro ritmo sudamericano: chacarera, tonada, bailecito, zamba, hasta un merengue venezolano y una tonada chilena; como si fuera un compendio de especies folklóricas de nuestro continente. Más allá de los invitados, en esencia se trata de un par de voces femeninas y dos guitarras.
Toma su nombre de un pájaro cuyo habitat se extiende por una extensa región, que abarca gran parte del territorio sudamericano, un ave que canta por la mañana. Las voces de Dolores Usandivaras y Laura Luz De Iudicibus (quien escribe los arreglos vocales) juegan con libertad, sin apuro. Sin exagerar en el uso de las disonancias, la flexibilidad que exhiben y la libertad con la que se mueven recuerda al Dúo Salteño, referencia obligada para cualquier dúo que cante folklore. Como una versión femenina de esa inolvidable dupla, todo suena sin esfuerzo.
Juan Falú interviene cantando y tocando en su A San Juan (track 3) y ese es uno de los momentos más emotivos del disco. Sorprende la versión de Lejana tierra mía, poco transitada por grupos vocales, y encanta la sencillez de La jardinera, de Violeta Parra, canción que, por el contrario, tiene sobradas interpretaciones.
Una alegre sorpresa encontrarse con una nueva generación de voces y guitarras que tienen mucho para decir, exprimiendo repertorio aún vivo de clásicos de la canción latinoamericana.
Club del Disco
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