Un disco de Diego Schissi ya resulta un acontecimiento que despierta interés y genera expectativa. Esto es así desde Tren, el notable trabajo para doble cuarteto que fuera Disco del Mes en 2008, y también ocurrió con Tongos, editado en 2011 ya con esta formación de quinteto. El grupo es de notables de la música porteña, sin dudas: además de Schissi al piano y dirección, se completa con Guillermo Rubino en violín, Santiago Segret en bandoneón, Ismael Grossman en guitarra y Juan Pablo Navarro en contrabajo.
¿Qué hace tan particular a la música de Diego Schissi? Nunca es sencillo hablar sobre música. La demostración más sencilla es la escucha, que quita cualquier duda. Pero se podría decir que en una escena, la del tango contemporáneo, donde aún hoy, a más de 20 años de la muerte de Astor Piazzolla, todavía se hace difícil esquivar su sombra, la música de Schissi no es deudora del enorme marplatense.
Sus raíces hay que buscarlas en otro lado. En las vanguardias musicales del siglo XX (quizás no en las más revolucionarias, pero sí en Stravinsky o Bartok), en el minimalismo, y hasta en algunos gestos de John Cage. Pero también en el jazz moderno, y en el legado de otros autores que merodearon el tango desde un costado urbano cosmopolita, por llamarlo de algún modo, como Alchourrón, Rovira o Mederos en los años '70. A todo lo anterior hay que agregarle su propia impronta, en la que la construcción y la forma tienen más peso que la línea melódica.
Dicho esto, el disco, el tercero de la serie y todos con T al comienzo, juega a nivel literario con los sueños de la lotería. Esos afiches que hay en las casas de apuestas, en los que cada sueño tiene asignado un número, del 00 al 99. Práctico sistema para jugar a la quiniela, son parte ya del acervo popular en Buenos Aires. Así, todo el mundo sabe que el 14 es el borracho, el 22 el loco, y así. Pues bien, Schissi asignó a cada tema (y en cada caso hay un acierto) un número y su símbolo. Como si hubiera soñado estas músicas, todo el disco adquiere un tono onírico. Es una obra que pide ser escuchada completa, de principio a final, en el orden en que el artista lo dispuso.
Podría ser una película. Por ahora, es un CD en el que tenemos sangre (el 18), un ahogado (el 58), el hospital (el 73), un muerto que habla (el 48) y, por sobre todas las cosas, la música (el 55). Hagan sus apuestas, señoras y señores que en esta seguro ganan satifacción.
Club del Disco
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