Cabrera hizo Bardo, su disco número catorce, y nos trae una colección de canciones desde la tradición de la canción uruguaya contemporánea. Esa tradición, que comparte entre otros con Viglietti, Rada, Mateo y Jaime Roos, encuentra a Cabrera hoy particularmente reflexivo e inquieto.
Son historias del desamor y la pertenencia a un lugar pequeño y abundante, contadas desde una madurez que no es sinónimo de estancamiento sino de búsqueda.
Quizás desde la palabra que da nombre al disco: “bardo” en lunfardo (desorden) y su acepción primera (juglar de la edad media), asoma ya la avidez del autor por agitar y criticarse. Su canción es, ante todo, un texto a decir. En tiempos donde la canción acostumbra decir poco, este Bardo detalla asuntos profundos, donde la música sigue los caminos de una poesía elaborada y sumamente expresiva.
“...aquel que canta milonga
en tono mayor y anhelante
conoce que en la platea
va el corazón adelante!”
Así canta el autor en Dulzura distante, uno de los tantos ejemplos donde se mezclan referencias locales y temas universales.
La instrumentación es austera. Si bien predomina el formato de trío de rock (guitarra, bajo, batería), hay buenas muestras de cómo articular estos timbres con otras herramientas. Se alternan temas en grupo —eléctricos y con fuerte presencia de bajo y batería— con otros en plan más acústico, donde la percusión descansa y la guitarra acústica se hace protagonista.
Suertes de milongas con diferentes vestimentas, las canciones del disco se desnudan en escuchas sucesivas. Los arreglos son particulares, vivos y pulcros a la vez, destacándose un tratamiento casi coral de los elementos.
Las composiciones están articuladas desde la prosa y son canciones que muestran versatilidad en el ritmo. Desde un punto velado aparece refinamiento y algo de música erudita.
La producción artística es del propio Cabrera en conjunto con los músicos Ricardo Gómez y Federico Righi, que lo acompañan desde hace más de diez años.
Con carácter, Cabrera agita sobre la liviandad, y su música es un vehículo para elevar a la máxima expresión esas ideas, con un sustento melódico atinado nada complaciente.
Con marcadas influencias de Zitarrosa, el rock, algo de tango y de la murga uruguaya —especialmente en su entonación, en su dicción desgarrada- la música de Cabrera es popular, como la de un juglar, la de un payador.
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