Juan Villarreal es un gran cantante, sensible y abierto; su voz está asentada en las noches porteñas que recorre animosamente y en las que se ha ganado cierta fama de cantor popular. Siempre acompañado de una guitarra que sabe darle el marco apropiado, sobre todo en su toque bien rítmico. La otra mitad, completando este disco, esta en manos del bandoneonista Marco Antonio Fernández, que sabe muy bien cuándo y cómo crear ambiente o marcar el paso. Y juntos exploran la canción con sus pocas herramientas (pero valiosas, y vaya si tienen talento para hacerlas valer), más una pila de conocimientos y experiencias de la tradición cancionística criolla. Es así como logran pasar de un tango o una milonga a una chamarrita y una zamba.
Música argentina de tierra adentro, de varios colores, pero aquí plasmada con una visión orgánica y muy sencilla. Hay una de Cadícamo, una de Zitarrosa; aparecen, la litoraleña Recuerdo de Ypacaraí o la clásica Duende del bandoneón. Y en ese fluir logran que no haya fisuras ni barreras de género, su estilo directo y claro hace sonar todo facil y bien.
Este disco se grabó en vivo (en un estudio), sin sobregrabaciones; todo el registro es guiado por ese misterioso entendimiento o canal de interacción que une a los músicos que se conocen y ya tienen escenarios juntos. Si bien no buscan destacar uno por sobre el otro, Villarreal (el cantor) nos lleva de la mano encantados por todos esos caminos que su voz ilumina.
Entre las catorce piezas que componen el justamente titulado Tango y criollismo, contamos doce canciones y dos piezas instrumentales (muy buenas versiones -tracks 6 y 12) en las que toma protagonismo el bandoneón y no son precisamente tangos.
Excelentes intérpretes que se complementan y potencian entre sí. Este dúo que viene de noches de arrabal y días mirando el campo, nos ofrece un pequeño gran disco que festeja nuestra rica tradición en el presente, con buen gusto.
Producido por Ignacio Varchausky
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