La idea en sí misma, así postulada, puede sonar a tesis musicológica atrevida o a experimento, simplemente. Es, en todo caso, algo que hace que uno quiera escuchar. La tesis no es tan novedosa, pero la manera lúdica y sensible en que la llevó a cabo Julián Polito hace de este trabajo sin duda uno de los mejores exponentes de esta suerte de ucronía musical. ¿Qué hubiera pasado si la viola de gamba hubiera permanecido con un lugar de privilegio en la orquestación de la música popular del continente americano? ¿Qué pasa si mezclamos un gato de Eduardo Falú con un canario de Gaspar Sanz? Resumiendo: ¿qué ocurre si no nos ponemos límites y tocamos lo que nos gusta con los instrumentos que más nos plazca? El resultado es muy feliz y carece de esa “obscenidad” de “león con cabeza de avestruz” de otras fusiones que hace sonrojar a Acho Estol, según el comentario que se encuentra en el libro.
Con la proa a cargo de Polito y Estol, numerosos y notables invitados ponen sus voces e instrumentos al servicio de composiciones que recorren cinco siglos, de un lado al otro del Atlántico, mezclándose, confundiéndose hasta hermanarse. Todo está en su lugar, y pese a la longitud del tracklist, no es un disco largo. Pasan Verónica Condomí cantando Vidala para mi sombra con un acompañamiento de violas de gamba y percusión sencillamente increíble por lo profundo y adecuado para el tema; Jorge Cumbo y sus quenas en Lancha para bailar (de un antiguo códice de la época de la Colonia en el Perú); Juan Casasbellas pone la voz en Tonada La Lata, del mismo códice; tal como hace con Tonada La Donosa Florencia Bernales, que no se queda solo en el folklore peruano sino que se va hacia el Barroco pero con una cadenza jazzera en el medio... No sólo hay obras del Barroco y transcripciones de la música popular peruana del siglo XVIII: se puede ir más atrás y más adelante al mismo tiempo, como demuestra el Dúo Coplanacu que, rodeados de instrumentistas “antiguos” cantan Rodrigo Martínez, del ¡Cancionero de Palacio de los Reyes Católicos! En una versión muy criolla pero totalmente verosímil (mucho más que cierto malambo de estancia para turistas que se puede ver en los festivales folklóricos de verano).
Sería ocioso ir develando cada joya de este fabuloso trabajo, mezcla de investigación y diversión (en el verdadero sentido de la palabra). Para eso bien sirve el bello librito, que explica concisamente cada paso dado por el autor y los intérpretes. Pero hay dos momentos increíbles, por cierto, de la mitad al final de Viejo Nuevo Mundo: Como las nubes blancas y Todos los bienes del mundo, villancico de Juan de la Encina deliciosamente llevado a la lambada, sin ningún esfuerzo.
El arte gráfico es de un buen gusto y realización inusual en producciones hechas por artistas independientes. Al igual que lo que se escucha, lo que se ve está hecho con una muy cuidadosa selección de los materiales y un respeto enorme por el público. Tanto la foto de tapa, que ilustra magistralmente el nombre, como el digipack y el librito están resueltos con belleza y sencillez al mismo tiempo. Este es un disco de esos (pocos) que queremos escuchar inmediatamente de nuevo luego de haber terminado. Mérito fuera de lo común.
Producido por Acho Estol
Comentarios
Impresionante el disco!. Muy recomendado. Tanta pericia, tanto cariño, tanta honestidad. Saludos y gracias!