Tributo es una palabra que, en la industria de la música, muchas veces tiene connotaciones fúnebres, porque, pese a la frase tan remanida, los homenajes no se realizan en vida. No es el caso de este disco de Enrique Villegas al frente de un trío que completan el infaltable Jorge López Ruiz en contrabajo y Eduardo Casalla en batería: Thelonious Monk no sólo estaba vivo a comienzos de 1967, cuando se grabó este álbum en Buenos Aires, sino que se encontraba aún en actividad, grabando y de gira.
Al Mono y a Monk, que se conocieron y compartieron escenario en los años que Villegas vivió en Nueva York, los une más cierto carácter imprevisible y cierto espíritu burlón que el estilo pianístico. Aunque Thelonious sea una referencia, una ruptura en la historia del piano en el jazz, su manera descuidada y percusiva de tocar el instrumento no tenía nada que ver con la depurada técnica de su contemporáneo (el Mono había nacido sólo cuatro años antes). La admiración general por Monk tiene que ver con su talento rupturista como compositor, y eso es lo que le interesa a Villegas, que primero nos regala un Lado A que es un medley de tres conocidas piezas de Monk para luego, en el Lado B, ofrecernos tres standards como regalo de despedida.
Club del Disco
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