No hay arma más poderosa que una buena canción para una intérprete como Carla Pantanali. Y, felizmente, en este caso la cantante cuenta con un arsenal enorme, ya que es una muy consistente compositora. Cada canción fue trabajada meticulosamente, y los arreglos vocales y de los pocos instrumentos que tiene esta producción fueron pensados en función de las necesidades expresivas del material, mérito en el que tiene una parte importante Jerónimo Guiraud, quien, además de producir y arreglar se ocupó de tocar varios modelos de guitarra: de doce cuerdas, eléctrica, electroacústica, criolla y algunos bajos eléctricos también.
Más allá de alguna métrica irregular, en general la rítmica de las canciones de Carla proviene de especies sudamericanas; y un aire bagualero irrumpe aquí y allá en las líneas melódicas. Pero también tiene su lugar lo rioplatense, con una suerte de marcha camión muy montevideana en El agua que te espera (5) o el perfume a milonga que tiene su inspirada versión de No soy un extraño, que cierra el disco.
Con mucho aire folk y a la vez una poética urbana, la artista encarna esa suma desde la increíble fotografía sobre la que gira toda la gráfica del álbum: una cúpula altísima en la que los edificios porteños se funden con un cielo casi traslúcido.
Un trabajo redondo que nos permite conocer a una creadora inspirada. Carla Pantanali lleva por segundo apellido Sandrini (es nieta del recordado actor) y es actriz, además de cantante y compositora. Este disco es una gran carta de presentación.
Club del Disco
Comentarios