Lo que existió entre Tomi Lebrero y Ricardo Vilca (1953-2007) se trató, desde el comienzo, de una relación alumno-maestro. Para el músico joven de la llanura pampeana, el compositor jujeño fue un deslumbramiento, algo muy diferente a todo lo que había vivenciado como estudiante de bandoneón o como incipiente cantautor. Conocer a Vilca, para él, implicó también conocer a otros músicos y a otra manera de pensar la música, muy alejada de lo que se respiraba en la gran urbe. La influencia de ese shock se puede rastrear en los discos de Tomi, y está tan presente como otras que impregnaron su música, tan abierta desde siempre.
Este álbum es un doble ejercicio, muy ambicioso: se trata, a la vez, de un homenaje al maestro pero al mismo tiempo de un intento de valorizar o hacer conocer su figura, ya que Vilca todavía no fue descubierto por la centralidad porteña. Su música, que como bien descubrió entonces Lebrero (y está documentado en las notas internas del disco), tenía un componente pop. Es hora de hacer llegar a Vilca a las plataformas de música, a las radios via streaming, a los podcasts, adonde se propagan las canciones hoy, y esa es una de las acciones que emprendió con este álbum Tomi.
Las grabaciones, hechas en su mayor parte en Ion, tienen a Tomi y a su fiel Puchero Misterioso interpretando la música de Vilca con su formación actual de bandoneón, guitarra eléctrica, piano, violín, bajo y batería. Hay preponderancia de temas instrumentales, pero no falta la voz de Tomi, tan única y reconocible, en algunas canciones. También participa en Guanuqueando (track 6) la excelsa Nadia Larcher, para sumar su voz.
El largo desarrollo del disco, extraño en esta época donde los álbumes suelen tener 7 u 8 tracks para cumplir con el requisito mínimo de las plataformas digitales, permite hacernos una idea de cómo Tomi lo recuerda a Vilca. Pero además, como regalo invaluable, nos ofrece tres temas (tracks 2, 10 y 16) en los que suena un trío conformado por el propio Vilca en guitarra, Laura Zabala en charango y Tomi en bandoneón, grabados en 2006 y esparcidos inteligentemente dentro del álbum.
Tomi edifica así un trabajo sólido, en el que el homenajeado está presente no sólo a través de la interpretación de su música que hace un discípulo quince años después de su muerte, sino también participando a través de esas grabaciones encontradas. Ojalá este material sea un punto de partida para un mayor reconocimiento del músico humahuaqueño y su legado artístico.
Club del Disco
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