1982 fue un año denso, en más de un sentido, para la historia argentina. El hito que sin dudas salta a la memoria apenas se menciona ese número es la Guerra de Malvinas. Pero alrededor de esa tragedia se tejieron numerosas microhistorias y pasaron muchas cosas que, relacionadas de manera directa o indirecta con ese hecho magno, ahora cumplen cuatro décadas. Para la cultura argentina, y para la cultura rock específicamente, a partir del 2 de abril de ese año se canceló (se diría ahora) la difusión de música en inglés, que era claramente el idioma preponderante en la música joven.
A raíz del impulso a la música en castellano que esa censura (por llamarla por su nombre correcto) generó, se abrieron posibilidades de difusión impensadas poco tiempo antes para la cultura rock vernácula. Y dentro de ese amplio paraguas que incluía tanto a Piero como a Virus, una notable generación de músicos rosarinos encontró espacio propicio para mostrar su arte. Con Juan Carlos Baglietto como ariete, toda una tropa de cantantes, instrumentistas y compositores se hicieron conocer a nivel nacional, previo paso obligado por la Capital. Es innecesaria la enumeración, pero Fito Páez, Jorge Fandermole, Adrián Abonizio y Silvina Garré, son nombres que bastan para explicar de qué estamos hablando. Por supuesto que hay muchos más.
Este libro recoge testimonios, entrevistas, escritos sobre el fenomeno conocido como la Trova Rosarina. La edición está a cargo de una editorial estatal de la Provincia de Santa Fe, con una bella ilustración del rosarino El Tomi en la portada, y la compilación de los textos es de Horacio Vargas (quijotesco director del sello Blue Art y fundador y editor de Rosario/12).
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