Ocurre cada tanto que recibimos el impacto de una música nueva y de calidad. No es algo que suceda con la frecuencia que uno quisiera: es más bien un hecho esporádico, aislado. Pero cuando ocurre lo vemos recortado claramente contra la rutinaria medianía, que no tiene nada de malo; no se le puede pedir a todos los músicos que cada vez que entren a un estudio de grabación dejen registrado un alarde de originalidad. Ese es el caso de este nuevo disco de Flavio Romero, el tercero contando a Umbral, que se editara a nombre de Flavio Romero Grupo hace más de una década e Ideario, como Flavio Romero Sexteto, en 2013. Desde la primera escucha queda claro que es un álbum fuera de lo común por varias razones. Vamos a intentar un análisis que explique un poco este aroma a cosa nueva que tiene Paisajes de un venidero retorno.
Ya desde su envoltorio el disco plantea una distancia con el típico álbum de jazz. La portada, con una foto que remite más al dark de The Cure que a un CD de Chick Corea, y el título en itálicas que genera un efecto como de novela o volumen de poesía, Paisajes de un venidero retorno produce visualmente un impacto potente y alejado de los tópicos de la escena jazzera. Y al comenzar la escucha percibimos que de trata de un relato casi cinematográfico: sobre una base insistente arriba de la que brilla el Rhodes de Hernán Jacinto, la voz de Romero nos invita a viajar en una dirección desconocida. Esa Intro se sucede por La inevitable búsqueda del pacto (track 2) sin silencio entre pista y pista y, desde ya, con el mismo grupo en el que Jacinto oficia de invitado. Luego sobreviene el único cover del disco, Autumn in New York. Y no es un error: le queda mejor cover que standard, ya que la estética del proyecto lo pone en un lugar más cerca de la cultura rock que del jazz. Y esa estética va más allá del maquillaje del disco: es un álbum donde está trabajada sutilmente la sonoridad, después de la grabación.
La base rítmica, conformada por Javier Burín Heras (piano) y Fernando Moreno (batería) junto a Flavio Romero, es el sostén sobre el que canta la trompeta (o el trombón, o el flugel, depende del tema) del versátil Sebastián Greschuk. En esa base en la que el piano cumple durante muchos pasajes una función rítmica más que armónica o melódica, como por ejemplo ocurre en Etude Sudaca (5), el tema que cuenta con Minino Garay en percusión como invitado y en la que el piano ejecuta un largo ostinato transformándose prácticamente en un instrumento de percusión más. Antes, en Brote #2 (4), el que se suma en percusión es Oscar Giunta, y como en ese tema también está Hernán Jacinto, por un momento se transforma, de alguna manera, en el trío de Giunta ampliado.
El álbum podría partirse en dos, ya que luego del track 5, transcurren los últimos cuatro temas sin más invitados, con el cuarteto de Romero puro. Es un disco en el que el líder, contrabajista, toca con una precisión notable una música que tranquilamente podría ser para un bajo eléctrico. Otro rasgo que habla bien de Flavio Romero es que no pretende transformarse en solista de su propia música: le satisface presentar sus composiciones, que tienen además un concepto sonoro muy original, más que asombrarnos con solos heroicos de contrabajo.
Seguramente será uno de los discos de los que se hablará mucho en 2021, y hay motivos de sobra para eso.
Club del Disco
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