Cuando el arte es poderoso produce cambios. Algo de eso se puede experimentar en la escucha de este muy sólido trabajo del bandoneonista y compositor Matías Gobbo: la percepción o la idea que tenía el oyente sobre el bandoneón cambiará profundamente tras la escucha de Muda. Que en la Argentina el instrumento está fuertemente asociado al tango es una obviedad enorme, a pesar de su uso en el folklore. Aún así, hay casos como el de Dino Saluzzi que permiten imaginar otros destinos para el bandoneón. Músicos como Rodolfo Mederos o Astor Piazzolla (por nombrar dos) también han roto barreras, partiendo desde el tango. En este caso, Gobbo durante varios pasajes de su álbum prescinde por completo de cualquier gesto vinculado al género.
El arranque, muy dinámico, por ejemplo, no tiene ningún vínculo rítmico o armónico con el tango. Luego, Velas (track 2) parece contradecir todo el párrafo anterior, ya que es el momento más tanguero del álbum. Las piezas se suceden siempre con un sabor nostálgico, algo suburbano. Con recursos de la armonía del jazz, de la música clásica y también con mucha libertad armónica, que lo acerca por momentos a galaxias lejanas como la de Gismonti, Spinetta u otros más contemplativos aún, el compositor escribe para el instrumentista, y uno no sabe quién le dicta a quién.
Si bien el trabajo no es un estudio en el sentido tradicional de la palabra, sino que la búsqueda es poética, ocurre que se da una exploración de las distintas posibilidades del instrumento. Las ocho piezas tienen títulos de una sola palabra, y cada una deriva de un bello poema (que se puede leer en el interior de la gráfica) escrito conjuntamente por Matías y Esteban Gobbo, hermano del músico.
Con media hora de duración, el tiempo justo, y con un audio perfecto que permite apreciar toda la belleza del sonido de Gobbo, Muda, escrito gracias al apoyo brindado por el Fondo Nacional de las Artes, está dentro de las mejores producciones discográficas de 2019, y sin dudas será una de las más singulares.
Club del Disco
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