Es muy difícil agregar algo a las muy precisas palabras de Santiago Giordano en el interior de la gráfica de Flor Africana: allí está todo tan bien definido que recomendamos leer el texto antes de poner el disco en la bandeja para la primera escucha. Y si bien las palabras siempre son poca cosa al lado de la rotundez del sonido, no está mal intentar la explicación de qué grabaron estos dos músicos geniales que son Hernán Ríos (piano) y Facundo Guevara (percusión).
Quizás alguno de los lectores de esta reseña hayan tenido la oportunidad de escucharlos en vivo. Nosotros tuvimos ese placer en la Usina del Arte, en ocasión de un original tributo de dúos al Cuchi Leguizamón y Thelonious Monk que se llamó Avenida Leguizamonk, idea de otro músico que navega en varias aguas como Adrián Iaies. Entonces nos sorprendió lo mucho que pueden dialogar piano y percusión, sin otro intermediario que el aire (es decir, sin bajo eléctrico ni contrabajo). De esa experiencia queda en esta grabación el Carnavalito del duende (track 4), que junto al tema que da nombre al disco, de Duke Ellington, y a Flor de lino (5), son las únicas versiones. El resto son composiciones del pianista, con una composición compartida con Guevara en Polkish (9).
Imposibles de encasillar en un género, los integrantes de este dúo trabajan desde el sur de América. Si el tratamiento armónico, el toque y la libertad para improvisar de Ríos tienen su cuna en el jazz, los patrones rítmicos y los instrumentos elegidos por el percusionista son claramente afroamericanos. Parece estratégica la elección del nomrbe del álbum, entonces, traducción incluida. África y las dos Américas se unen para dar ese raro fruto que tan bien captó Fran Pontenpié para el arte visual.
Club del Disco
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