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El vínculo entre Liliana Herrero y Fito Páez es añejo: cuando él era el nuevo surgimiento de la cancionística argentina, a mediados de los '80, se encargó de difundir las primeras grabaciones de la entrerriana. Pese a que es generacionalmente posterior, Páez fue un admirador y defensor de las notables interpretaciones de Herrero. Ahora, un disco expresa la admiración de la cantante por el compositor, con once temas que fueron trabajados con mucho detalle y originalidad.
El disco cuenta con la producción artística de la propia Liliana junto a Ariel Naón y Pedro Rossi, bajista y guitarrista de su grupo, respectivamente, y con la colaboración de los demás músicos de la banda: nada menos que Mariano Cantero (percusión), Martín Pantyrer (vientos) y Mariano Agustoni (piano). La principal característica de los arreglos es que eluden lo obvio. Son minimalistas, tienen algunas citas interesantes (como la de Adela en el carrousel, de Charly, en el comienzo de Giros) y permiten el lucimiento de la cantante y su inesperado fraseo.
La elección del repertorio, siempre difícil ante una obra tan extensa como la de Páez, dice mucho del gusto de Herrero. Esquivó obviedades como la ya muy transitada Parte del aire u otras que, a priori, se podría considerar a medida de su estilo. En cambio, se jugó con joyas difíciles como Tres agujas o Del 63, del primer disco de Fito, y salió muy airosa. El título, muy acertado, refiere a una canción del primer disco del rosarino que sin embargo Herrero no grabó.
Un songbook íntimo y potente a la vez, de lo mejor de la discografía de Liliana Herrero, con muy pocos invitados, entre los que se destaca Fernando Cabrera en Mariposa tecknicolor (track 2). Para prestar atención.
Club del Disco
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