Más de seis años pasaron desde la publicación de 6 de copas, la última aparición discográfica de Edgardo Cardozo. La espera valió la pena porque su nuevo trabajo es de una potencia fuera de lo común. En un poco menos de media hora, con nueve canciones, el cantautor vuelve a sorprender. Solo, con su guitarra, apenas con un coro hecho por Juan Quintero en un tema (Azul divino, track 4) como único invitado, Cardozo demuestra que el instrumento que toca no tiene secretos para él y lo hace sonar como a una orquesta.
Las canciones del muerto, tal el título del álbum, es eso: lo que canta alguien que ya está muerto y recuerda pedazos de su vida, momentos agónicos, momentos de felicidad aún en el dolor, de goce, de desdicha. Todo con esa asombrosa facilidad del artista para decir, para estirar una vocal o comprimir doce palabras en el espacio de un compás, con su increíble tesitura vocal y toda la expresividad que tiene.
La sensación al culminar el recorrido es la de estar ante una obra de arte: uno de esos discos que son una epifanía, una revelación. Imposible hablar de género, porque hay elementos de la milonga, el tango, el folklore argentino, el flamenco, el jazz y hasta, bien mirado, el rock nacional. De hecho, por momentos se siente el aire de Artaud, ese monumento de Luis Alberto Spinetta: no tendríamos la osadía de decir que son comparables, simplemente hay algunos giros, cierta urgencia en el canto y algunas cadencias en la guitarra que son como ecos de aquellos brillos.
El audio, obra de Eduardo Bergallo, es excelente. Y por la coherencia del disco hay que agradecer a Ezequiel Borra, productor artístico junto al propio Cardozo. Una obra llena de coherencia, ideal para quienes no lo conozcan aún para acercarse a su camino. Es un honor presentar este disco dentro de nuestro sello.
Club del Disco
Comentarios
Hermosísimo, lo estoy escuchando ahora