No es un disco de jazz, pero este grupo no estaría para nada desubicado en un escenario jazzero. De hecho, sería el ámbito más natural para su presentación. No es un disco de rock, pero este grupo tampoco estaría desubicado en un boliche rockero, junto a otras bandas.
La voz de Origami es Vicky Zotalis, quien además compuso gran parte de la música de este primer disco, y proviene claramente del jazz, al igual que otros músicos del cuarquinteto (es un cuarteto al que se suma como invitado ya casi permanente el pianista Sebastián Zanetto). Pero el grupo es claramente anfibio: hace canción jazz-rockera, si cabe. Qué difícil es etiquetar, clasificar... No tiene sentido, no sirve de mucho y, en el Club del Disco, preferimos los discos imposibles de ubicar en un género.
Del jazz conserva el hecho de que el grupo grabó todo en vivo, al mismo tiempo, casi sin sobregrabaciones. De la canción rockera la estructura de los temas. Hay mucho de lo que en los '70 se llamaba música progresiva, también un aire a grupos de la primera mitad de los '80 como Spinetta Jade o Madre Atómica pero también el aire funky de trabajos como el reciente Dimensional de Matías Méndez.
Amante del scat, la cantante improvisa fluidamente en casi todas las canciones, sin que falten esos momentos casi delirantes, preciosos, en los que trepa por los agudos. De hecho, las únicas sobregrabaciones que hay son las de los coros que se hace a sí misma. La base rítmica es implacable, y seguir la línea del bajo de Gustavo Centurión (quien además es el arreglador y director de la nave) es un deleite en sí mismo.
Un trabajo poderoso, con canciones muy originales que se adhieren al cerebro a la primera escucha: Pulso, con la que todo arranca, Peces de aire o Princesa linyera vuelan muy alto, pero el disco es muy parejo y vale la pena recorrerlo íntegro. El audio es otro lujo imprescindible, conviene apreciarlo en un buen equipo, o con auriculares una vez, por lo menos.
Club del Disco
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