Tomás Fraga es guitarrista, y es el hijo de Manuel Fraga, pianista de jazz muy valorado en el ambiente local. Es importante aclarar que no es el hermano alguien que comparte casualmente el apellido. Escuchando este disco, la duda sobre la edad del músico puede surgir fácilmente porque lo que se escucha está muy lejos de lo que puede ser una primera producción solista. No trata de deslumbrar en sus solos; lleva el timón de las distintas formaciones que propuso pero dejándole siempre lugar al resto del grupo; no se propone brillar sino conmover. Es un disco maduro.
Con motores rítmicos muy diversos, y sin ceñirse a un grupo estable de músicos -a grosso modo podría decirse que hay dos cuartetos diferentes, más invitados puntuales en saxo, clarinete y cuerdas-, Fraga utiliza para cada tema de acuerdo a su necesidad un orgánico distinto. Así, hay un cuarteto de cuerdas que suena cuando la necesidad (expresiva) lo pide. Es el caso del track 3, Girando, y el mucho más introvertido Mejor reírse (8), en el que un clarinete se suma también (todo sobre un muy delicado cuarteto como base). Leer la lista de músicos que participaron de las grabaciones puede dar una idea de la calidad de esta producción.
En No sé (9), el grupo se tropicaliza y nos parece estar en Río de Janeiro. Enseguida, un bis del tema que abría el disco, Pequeños pasos, a cargo de los Fraga (padre e hijo) le pone el colofón a un estupendo disco de jazz.
Para escucharlo hasta gastarlo; se recomienda escuchar con auriculares y a un volumen medio.
Club del Disco
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