Se podría escribir muchísimo sobre este trabajo descomunal de Martín Pizzi y Acho Estol. Son innumerables los adjetivos que se nos ocurren al escucharlo, repetidas veces, y nunca son los mismos. Quince canciones que configuran un repertorio ecléctico como pocos, pero al que le da coherencia la voz (gigante) y las inflexiones de Pizzi. Un disco que produce risas y lágrimas por igual, y no es casual que esto provenga de alguien con formación en el canto lírico, en el que lo histriónico está a flor de piel.
Siempre recibimos con algo de preocupación las producciones de cantantes líricos que arremeten con la canción popular: sobran ejemplos tanto de famosísimos astros de la ópera como de cantantes de segunda fila que se meten con el tango, el jazz o el rock con pésimos resultados. Este parece el caso opuesto: grabado, cantado y tocado con actitud rocker, o casi punk, es más parecido a un delirado Luca Prodan con técnica de bel canto jugando en el estudio. Sin embargo, también hay momentos de intimidad en los que Pizzi alcanza gran ternura, como en Amarraditos (track 12). Como se puede apreciar en la ficha técnica, Acho Estol, productor del disco, toca gran cantidad de instrumentos, y muchas veces todos juntos en la misma canción…
Se nota que la pasaron muy bien grabando, ellos dos y los amigos que aportaron su talento, entre quienes hay que destacar la flauta de Juan Valverde en las dos primeras canciones, y el fuelle de Tripa Bonfiglio. También suma un color femenino (el único en un disco muy varonil) Dolores Solá en Puente Pexoa (track 9). Capaz de reunir en su selección de autores a Moris con Los Jaivas, a Cartola con Leoncavallo y a Simón Díaz con Eduardo Mateo, es notable el swing y la expresividad que logra el cantante en los 6 tracks “brasileiros”, siendo que la pronunciación del portugués dista bastante de ser perfecta, y contra lo que se podría pensar, esto, lejos de quitarle efecto, le agrega muchísimo al disco.
Una versión alucinante de Pato trabaja en una carnicería, seguida de un último momento de samba paulista, cierran este disco en el que el talento del productor y la sensibilidad del cantante se potencian con dosis de amor y humor perfectas para llenarnos de alegría desde la primera escucha. No apto para gente muy seria.
Producido por Acho Estol
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