El arte permite, a veces, estos encuentros nada azarosos. Ocurren, como en este caso, más allá del tiempo, pero dentro del mismo ámbito geográfico. Leo Maslíah ya era quien es cuando, gracias a una amiga argentina, conoció la breve pero rica obra musical editada en vinilo (LP El gusanito, 1968) de Jorge de la Vega (1930-1971). Ese encuentro, el de Maslíah con el único testimonio publicado de la música de De la Vega, fue a mediados de los años ochenta. Más de veinte años después, la Biblioteca Nacional le encargó al prolífico uruguayo, dentro de su programa Raras partituras, que arreglara, presentara en vivo y grabara canciones conocidas e inéditas del artista plástico argentino, reconociendo ese raro parentesco entre las canciones de uno y de otro; familiaridad que se produce no sólo por cuestiones literarias sino también formales, estructurales en la música. Sobre la relación De la Vega - Maslíah, es realmente imperdible el texto de Leo que forma parte del librito de esta edición, y que figuraba en los programas de mano de los conciertos en los que se presentó este proyecto el año pasado en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Digamos que ni el uno ni el otro nacieron de un repollo: fueron producto del ámbito en el que se desenvolvieron. Lo curioso es que las canciones de De la Vega parecen calzarle como un guante a Maslíah, que también atiende más de un frente, ya que es pianista, compositor, escritor, dramaturgo, etc. Leo Maslíah escribió para una formación clásica (un trío de piano, más Lucía Gatti en violonchelo y Pablo Somma en flauta traversa) con el agregado invalorable de su voz, y así se presentó en 2009 en vivo, en dos conciertos a sala repleta. La grabación, hecha luego, en estudio, respetó este orgánico con la sola licencia del uso de un piano Rhodes en algunos pasajes del track 1. Esto hace de este CD uno de los trabajos más parejos de todos los discos cantados de Leo Maslíah. Por momentos, no podemos creer que las canciones no sean autoría del uruguayo, tal es el grado de cercanía formal. Claro que la apropiación se da también por la voz (el timbre, el fraseo particular de Maslíah, inimitable) y por la maestría en los arreglos, algo que distingue a un músico con estudios "académicos" como Maslíah del intuitivo que era De la Vega, en el campo musical. La gráfica constituye un objeto de arte en sí mismo, partiendo de una pintura real de De la Vega y haciendo de eso la estética de todo el librito y su caja contenedora. Un trabajo de colección de edición limitada y que vale la pena atesorar. Su escucha garantiza muchas horas de felicidad musical y poética. No es un trabajo para fanáticos de Leo Maslíah (que de todas formas adorarán esta obra), sino que es algo "apto para todo público".
Producido por Leo Maslíah
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