Charla con el maestro Néstor Marconi sobre su nuevo disco y otras anécdotas

Néstor del bandoneón

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Entrevistamos en exclusiva al autor de Robustango, y habla de todo. Del disco, del tango y sus hacedores, del presente con su grupo y de algunos recuerdos jugosos. Para leer con mucho gusto y aprender. // Foto: Santiago Young

Las composiciones que están en el disco ¿llevanban tiempo de ser tocadas en vivo o son cosas más bien nuevas, de los últimos años?

Algunos títulos son de otras épocas pero no los arreglos, así que la mayoría de estas cosas las hemos tocado muy pocas veces, en alguna actuación; ya inclusive antes de que se armara la idea de hacer el disco. Bueno, cosas que modifiqué de arreglos que yo a lo mejor tenía para trío, como el caso de L’Atelier, y que me interesaba hacerlas con quinteto.

¿Y la idea del disco la encontró tocando con el quinteto, se fue conformando con el grupo, o usted la delineó y la llevó a ellos ya lista?

Yo creo que son etapas que fuí superando -se puede decir así-, del desgano de hacer un disco. Desgano porque, bueno, el disco ya parece ser una cosa difícil de hacer y difundir; desaparecieron todas las compañías grabadoras…

O casi, todavía tenemos algunas…
Bueno; pero me había agarrado un poco esa dejadez y pensaba: “¿Para qué lo hago, para qué grabaría?”. Y el hecho de tener posibilidades de trabajar con el grupo, me fue armando una idea; decir: “Bueno, en algún momento podemos hacer algo juntos, dejar grabadas cosas que estamos haciendo”. Y, bueno, hubo gente amiga que apoyó esta idea de muchas formas… ¡Y me entusiasmé! Tengo que agradecer también a todos los músicos que estuvieron en esto, que me apoyaron, que siguen con el mismo entusiasmo y con la idea de seguirme, no solamente para hacer un disco, sino para trabajar con el quinteto. Y a mí me encanta porque me gusta tocar de todas las formas: solo, trío, quinteto, con una orquesta grande; pero esto es una formación bastante accesible y es interesante porque son todos timbres distintos.

¿Está contento con el disco terminado, cómo quedó el producto final?

Sí, me encanta todo lo que hicieron ellos. Porque yo soy un inconformista total, pero bueno, no por lo de ellos sino, por lo mío (risas). Porque pasa que, cuando escribo algo, me gusta hasta que lo grabo y después ya no me gusta más (risas). Ahora hace mucho que no escucho lo que grabamos; cuando lo vuelva a escuchar creo que lo voy a recibir de otra manera. Pero está bárbaro, ellos han hecho cosas maravillosas (lo de Pablo Agri, de Juan Pablo Navarro, de Leonardo –mi hijo- y de Esteban Falabella), todos. Han aportado, porque no es todo totalmente lo que yo escribí; les dejé bastante libertad a ellos para que pusieran lo suyo y, realmente, con mucha calidad lo pusieron.

¿Cree que ha habido un cambio en cuanto al lenguaje del tango en los últimos años?

Sí que ha habido cambios, sobre todo salir de los estilos tradicionales (aunque algunos todavía lo siguen imitando, pero son pocos); todas esas famosas orquestas que eran tan populares, que tenían todo el repertorio, digamos, consumido por ellos; parecía que no había nada nuevo que hacer… De esa conclusión siempre sale el nombre de Astor Piazzolla, que rompió con todo eso y que cada uno empezó a hacer, inclusive, sus temas; ya no era necesario hacer A media luz, La Cumparsita, El choclo. Es decir, nuevas propuestas no sólo de estilos sino de temas, también. Y muchos músicos jóvenes, capaces, que están haciendo cosas. Es una pena que no haya lugares para mostrarse, porque son uno o dos nada más los que pueden tocar y se tienen que armar la historia ellos mismos. En cambio, en la época de esas orquestas había muchos lugares y cualquiera de esos grandes maestros de aquella época ensayaban los temas tocando todas las noches en un lugar; y cuando grababan era casi, digamos, primera toma y ya está, salía porque hasta de memoria los sabían...

Y el público también ha cambiado, pues ya no es que el tango se consume solo para bailar...

Por suerte ya no es tan tradicionalista ni piensa que, como decís vos, el tango es para bailar solamente, sino que es una música para escuchar. Aunque está bien que todavía se mantenga la cosa de las milongas y todo eso, está bien porque es un puente que une a la música que podemos hacer nosotros con la que se baila; no es una separación. Antes uno salía con una propuesta así, yo me acuerdo con el Vanguatrío, nos querían matar porque no tocábamos bailable. Estábamos tocando en un lugar como ‘Caño 14’, que era para escuchar solamente; pero no, resulta que había que tocar tangos bailables para escuchar.

¿Y alguna vez le pasó que bailen igual con su música?
Mmm no sé, pero puede haber pasado, aunque se habrán enredado los pies (risas).

¿Se siente parte de alguna tradición en el tango?

Yo no diría tradición; yo creo que uno es una fusión de todo lo que ha escuchado, de todo lo que ha aprendido de otras generaciones; nadie salió de la nada. Después uno busca la personalidad, y eso es lo más difícil a veces, también ¿no?. Yo de joven admiraba tanto a un Troilo como a un Laurenz, como después a Piazzolla, Leopoldo Federico, qué se yo… Pero nunca traté de imitar el estilo de ellos; lo que pasa es que por ejemplo en el caso de Astor, ha dejado tanto material rítmico y de formas que, mezcladas con la personalidad de uno, uno las tiene. Es imposible a veces decir: “No voy a escribir nunca un acorde de Do Mayor”; sí, en algún momento lo vas a escribir y ya lo escribieron veinte millones de veces. El asunto es cómo combina uno las cosas, y los temas y todo eso. Y que se puede hacer Piazzolla o Salgán sin que sea ni Piazzolla ni Salgán.

¿Y de las otras músicas populares argentinas le interesa alguna?

Yo trabajé mucho con folklore, escucho también. Hice algo de rock nacional en algún momento, tengo varios pecados (risas). Pero bueno, el folklore me gustó siempre.

Y con la canción, ¿no tiene ganas de hacer algo?
He hecho algunos temas, sí, casualmente pocos. Las últimas dos canciones que hice fueron un homenaje al Polaco, que se llama Chau Polaco y un homenaje a Carlitos García con letra de Del Priore. Después tengo algunos otros temas, pero debo tener apenas cinco o seis cantados.

¿Tuvo alguna frustración con la voz o algo así en el pasado?

No, a mí me gustan las letras de los tangos; me gusta lo de Homero Expósito, lo de Manzi, lo de Discépolo, ni hablar, me emociona. Lo que pasa es que (voy a decir una frase que decía siempre Salgán) ‘el cantor era un mal necesario’ (risas) ¡que después fue el baile! Porque en aquella época Troilo, Pugliese, Salgán, semejantes músicos, semejante orquesta y salía un cantor y se llevaban todos los aplausos, y eso dolía un poco, ¿no?

¿Y escucha a alguien del tango ahora?
No, tango no escucho. Escucho clásico y… clásico. (Sonrisa)

¿Estudia algo en particular?
Creo que siempre estoy estudiando, que siempre estoy leyendo alguna partitura; que siempre estoy escuchando y leyendo la partitura. Pienso que a mi edad, con la música y con la vida, es la mejor forma de estudiar. Leyendo lo que uno está escuchando, sabiendo cómo suena lo que uno lee. Y sigo estudiando el bandoneón aunque no lo creas, porque todavía no lo aprendí (risas).

¿No se le ocurrió en algún momento poner a disposición las partituras de la música que grabó ahora en el disco?

Yo no tengo problema con eso, todo lo contrario; soy el menos egoísta de todos los músicos creo, porque, por ejemplo, toda la tanda de solos de bandoneón que grabé están por todo el mundo. No solamente en Buenos Aires y en la Argentina; están por todo el mundo y con el asunto ahora de que uno puede mandar por mail, en pdf, etc., los tienen todos. Casualmente tuve hasta la semana pasada un alumno sueco –bandoneonista- y se llevó un montón de material, inclusive arreglos de trío, de quinteto…No los negocio, creo que no hay que ser egoísta.

Y es una forma de divulgación también…

Claro. Los músicos, de aquella época de la que hablábamos recién, eran egoístas con esas cosas; era muy difícil conseguir los arreglos de Salgán, por ejemplo. Cuando yo estuve en la Orquesta Escuela, me pasó con Pugliese, se consiguió un tema que había grabado con Víctor Lavallén y no había otra cosa, porque le preguntamos a Beba (Pugliese) y nos dijo ‘soy la que menos material de mi viejo tiene’. Ahora, ¿para qué sirve dejar muerta una cosa? Bueno, es lo que pasa ahora con el asunto de tocar Piazzolla, tenés que pasar por un peaje de acá a la Luna más o menos. ¡Sale más caro alquilar un material de Piazzolla que la ‘Consagración de la Primavera!

¿Qué le diría a los jóvenes que están tocando tango o música de autor argentina?

Que no se acobarden por no haber lugares; que sigan haciendo cosas sin imitar –que los hay-; y bueno, siempre se va a dar la oportunidad y que confíen en lo que hacen, porque hay muchos jóvenes que tocan muy bien y que escriben muy bien.

En cuanto a lo que pueda pasar con el lenguaje del tango ¿le gusta la idea de que pueda seguir mutando, que quede abierto a que vengan nuevas generaciones y lo “degeneren”?


Yo no sé si mutando demasiado; yo creo que hay que sumar y no desfigurar (risas). Yo acepto toda propuesta; me gusta o no me gusta. No para ser distinto que sea cualquier cosa. La verdad al final de todo la tiene el que está ahí adelante, debajo del escenario: el público, que no tiene por qué saber música. La cara de la gente, ése es el termómetro. Si vos no le das algo, si vos no movés algo… Esto es como un día dijo Yupanqui, porque alguien chistaba u otro hablaba mientras tocaba, él dijo: ‘No, la culpa es mía si no los sé hacer callar’. ¡Y eso que era ácido Atahualpa! (risas). Claro, vos no podés tocar para los músicos porque ellos te van a escuchar para ver dónde te equivocaste. Vos tenés que tocar para la gente que no sabe música, y de alguna manera si sos capaz de hacer algo de vanguardia, algo interesante y lo movés al público, bueno, tenés ganado todo. Porque el tipo no sabe lo que estás tocando, y si le gusta, bien. Pero tenés que ganártelo vos, no protestando ni peleándote con la gente o diciendo “¡Tenés que escuchar esto!”.


> Escuchar y ver la reseña del disco Robustango aquí

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