Diálogo con Ramón Ayala y Cecilia Pahl

Misioneros del canto

imagen

Una luminosa tarde de primavera en la casa de Ramón Ayala, en el barrio porteño de San Telmo, Germán Andrés tuvo un largo diálogo, alimentado a mate y budín de naranja, con el compositor Ramón Ayala y la cantante Cecilia Pahl, quien recientemente grabara Corochiré, un disco con obras de este prócer vivo del folklore. Aquí les ofrecemos la primera parte de la entrevista, en breve la segunda y última.

¿Qué esperás que le pase a la gente con esta nueva propuesta de las canciones?

Cecilia Pahl: Me interesa la posibilidad de acercar un repertorio tan fundamental como desconocido a la música folklórica. Ofrecer desde el arte, una visión de una región del país, y de una provincia nueva, como es Misiones. El litoral y sus diferentes colores, en donde Misiones se diferencia sutilmente de la vecina Corrientes, por ejemplo.

¿Han tenido ya repercusiones en Misiones con el disco? ¿Qué se ha dicho en ámbito del folclore tradicional?

C. P.: En Misiones el disco esta empezando a circular. Ya se han publicado comentarios elogiosos y notas en diarios locales. Percibo el interés que en principio responde al respeto y amor por la obra de Ramón tanto de los coprovincianos misioneros, como el que nosotros, los que hicimos Corochiré, pusimos en cada uno de los temas. Ramón me ha expresado su felicidad por este disco y sus palabras han sido el mayor de los halagos. Varios músicos de la escena nacional, periodistas culturales y críticos se han hecho eco de la importancia de este trabajo como un aporte al conocimiento de un material nuevo, y han elogiado la dedicación que le hemos puesto.

Sobre Cecilia Pahl y la identidad en el disco

Ramón Ayala: Cada provincia tiene su color, su sabor, que le imprime esa característica. Jujuy, por ejemplo, está un poco unido en la frontera con Bolivia y su gente, esa etnia digamos, tiene la misma fisonomía: la frontera, la tierra. Salta también; pasa por ejemplo con el tango en Buenos Aires, con Cuyo y con otras provincias. Pero Misiones es totalmente distinta, es totalmente distinta al Brasil, al Paraguay o al Chaco: Misiones tiene una fisonomía particular, como es su geografía. Su color, misionero, su selva, es distinta a toda la fisonomía del país, tiene tintes, podrá tener tierra roja como puede tener Cuba por ejemplo, o Brasil mismo, pero nada que ver Brasil con Misiones. Hay algunos toquecitos, que de pronto la sitúan por su posición geográfica, pero hay un sabor único, y nosotros tenemos que descubrirlo eso. Y así como se habla con un color misionero, también se debe cantar con un color misionero; no con un color paraguayo, ni brasileño ni correntino, sino misionero. Por eso yo digo que nuestra amiga Cecilia Pahl tiene ese color. Entonces ella está destinada a ser tal vez la primera voz que salga a decir su tierra con su propio color, es así. Es indudable. Pese a ella y contra ella, es así. Como pese a todos, contra todos, somos nosotros. Yo creo que nosotros somos tocados por un mandato extraño. No digo Dios, ni gobierno, no digo extraterrestre… digo energía, digo sangre, digo conciencia. Y supeditamos todo, supeditamos todo lo poco que somos, lo mucho que sabemos, a esa función, a ese quehacer, a estar conscientes de que falta esa voz, falta ese quehacer, falta ese trabajo. Porque estás viendo que todos los demás andan lejos de su propia verdad. Y de pronto hay un Beethoven que dice “pa pa pa pán” (tararea), una sinfonía de la gran puta en el golpe de la puerta, ¿te das cuenta? Porque en él está la capacidad de la captación de las voces de la vida, y transformarla por imperio de su conocimiento en una obra. Como el periodista, que de pronto ve algo o se encuentra con algo, como le habrá pasado a García Márquez, que era periodista, y se encuentra con una temática extraordinaria, una novela, y se le enciende toda una cosmogonía de acontecimientos que desencadenan todo eso en un gran trabajo; qué maravilla. Y en eso estamos, hermano, hay que seguir las propias voces, supongo que hay que seguir el destino para el cual uno ha sido parido, para desembocar en ese futuro, inexorablemente.

Ramón, ¿tenía usted conciencia de que su obra podía trascender, de que en cierta manera era usted un adelantado en la música, que era de vanguardia su composición para el estándar del folklore?

R. A.: Siempre he estado pisando un poco la vanguardia. Ya desde mi primera canción, el creador de la letra era un periodista, un muchacho de unos 30 años, Edmundo Barrio, una zamba que se llama Nostalgia en la noche y la música mía (yo tendría a lo mejor 18, 19 años) ya tenía un vuelo distinto ¿entendés? Ya tenía un atisbo de otro paisaje, otro horizonte; siempre fui un poco un atrevido, ¿sabés? Si algo ya está hecho, no vamos a hacer lo mismo, pero vamos a hacer algo paralelo. No digamos mejor hecho ni nada, sino con otro vuelo, con otra libertad incluso. El caso de El mensú, por ejemplo, existía algo, sí. Pero cuando compuse esa música, yo era “el mensú”, con todos los miedos, y con todos los miedos posteriores que podía traer una obra que estaba denunciando ya el acontecimiento del genocidio. Entonces a mí me importó un corno, la verdad no me importo nada, yo me metí ahí con todo. Así hay que hacer, creo yo, por eso es que la obra perdura cuando tiene ese motivo, esa necesidad. Yo soy un tipo muy cuidadoso con el preámbulo de la obra, con el tratamiento del espíritu; que esté capacitado. Pero yo nunca pensé en lo que iba a pasar... Incluso, te voy a decir una cosa: tampoco tomé conciencia de la dimensión de mi obra, porque al recorrerla muy intensamente, desde el comienzo es como que uno ha vivido todo eso, aunque cobra distinta forma y relevancia, dentro de los autores en el ámbito nacional. Pero ahora sí, yo estoy viendo nuevamente que la obra es una obra especial; es una obra que tiene algo de grandiosidad y de logros y que además tiene un paisaje original, tiene un color original, una creación original... ¡Como el gualambao! Es un acontecimiento, que si vos te ponés a pensarlo es medio extraterrestre, a quién se le ocurre crear un ritmo, qué sé yo; pero todavía se puede crear un ritmo, fijate. No sabría ni qué, ni cómo, ni dónde, pero el gualambao ahí está. Bueno, felizmente en estos discos uno lo puede constatar. Bueno para mí fue… una quijotada, el gualambao. Todo en esa región tan disputada, meter de pronto una cuña de este tipo en esa zona caliente, casi hirviente. Yo mismo me asombro de todo esto. Lo que yo tenía conciencia, sí, era que yo no iba a estar vivo para verlo hoy. Cuando ella me trajo el disco me puse a llorar, no te das una idea lo que fue para mí, increíble, irrepetible.

C. P.: Estoy pensando en algo que dijo Ramón antes. Que por ahí en el camino tuyo, en la obra, fuiste buscando algo nuevo, algo que no estuviera hecho. Y de repente es así como lo siento yo también al respecto de cantar tu música o de hacer arte: de hacer algo que no esté hecho, hacer algo que hay que casi crearlo, que alguien lo tiene que hacer. R. A.: Para mí la poesía es atrapar la vida con una red de palabra. Ahora, esa red tiene que ser luminosa, tiene que ser fuerte y estar bien construida; son años de trabajo esa red, para poder atrapar la vida, nada menos, con una red de palabra.

Fin de la primera parte.  > click aquí para ver Parte 2

Bookmark and Share

Comentarios

Para dejar comentarios tenés que ser usuario y estar logueado.

ver más contenidos

PARA MÚSICOS

 

club@clubdeldisco.com - Se permite la reproducción total o parcial de este contenido siempre que sea con fines no comerciales, citando la fuente.
+54 (11) 4866 5965
Ciudad de Buenos Aires - Argentina